viernes, 2 de octubre de 2009

CALMA


No se vosotros, queridos canes, pero las féminas gatunas tenemos una instinto de reconocimiento de género absolutamente corporativista en los malos momentos-en los buenos, lo mismo nos da por sacar escobas y uñas-.
Cuando una de nosotras lo pasa mal por algo-especialmente si es por nuestros hombres-, siempre encuentra varios lomos mullidos donde ronronear las penas.
Se, porque lo se, que esto os pone nerviosos, que os entra el tembleque de patas, y que acabáis imaginando conjuras innombrables en vuestra contra. Os equivocáis.
Lo más habitual es que todo acabe en una orgía de chocolate en todas sus variantes, y en unos cuantos consejos sensatos disfrazados de risas. Entre croissant y croissant, bocado va, bocado viene, siempre se deslizan palabras que calman, puntos de vista alternativos, y alguna maldad sin malicia que nos hace reír a carcajadas de nosotras mismas.
Al final tenéis razón, se nos queda la conciencia negra. Pero negra de chocolate puro, y del temor a la sentencia de su Señoría la Báscula.
Hoy, una de mis gatas juraba por sus siete vidas que nada le alegraría el día. Menos mal que no apostó.
Tengo la panza llena, miau.

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